miércoles, 28 de octubre de 2015

La Batalla de Ayacucho y la cración de Bolivia


Publicado en el periódico El Cambio (suplemento La Esquina)
7 de diciembre de 2014
Orlando Rincones Montes


Pasado el medio día de aquel memorable 9 de diciembre de 1824, sobre la inmortal Pampa de Ayacucho al sur del Perú, 6.000 bravos del Ejército Unido Libertador habían sellado con su constancia y con su sangre la libertad del país de los incas y, por consecuencia, la de toda América del Sur. Los “hijos de la gloria”, como los llamara el Libertador Simón Bolívar, bajo la acertada dirección del General Sucre, habían derrotado al más poderoso ejército español en el Nuevo Mundo, los trofeos conquistados por los vencedores en la épica jornada hablan por sí solos: 2 Tenientes Generales (El Virrey La Serna y el general Canterac), 4 Mariscales de Campo, 10 Generales de Brigada, 16 Coroneles, 68 Tenientes Coroneles, 484 jefes y oficiales y 2.000 efectivos de tropa. Más de 3.500 bajas, entre muertos y heridos, de ambos bandos, dan cuenta de cuan aguerrida fue la refriega final de la emancipación hispanoamericana. La generosa capitulación concedida por Sucre al rival vencido da un toque de humanidad y de clemencia al final de la guerra horrorosa, inscribiendo con letras de oro el nombre de América entre las sociedades más civilizadas, cultas y nobles del orbe.

Batalla de Ayacucho (anónimo). Quinta Magdalena, Lima-Perú
Sepultado el poder colonial en Ayacucho aún restaba una tarea por realizar para garantizar la paz en la región: la resolución del destino del Alto Perú, particular tema en el cual el triunfo de Ayacucho sería también determinante. Previo a la batalla de Junín (6 de agosto de 1824), después de cruzar Cerro de Pasco, Bolívar y Sucre reflexionan en Yacán (cerca de Yanahuanca) sobre lo que era más conveniente para los territorios ubicados al sur del Desaguadero, toda vez que al parecer estas provincias no querían pertenecer ni a Lima ni a Buenos Aires. La convocatoria a una Asamblea Deliberante, para que fueran los propios altoperuanos quienes decidieran su destino, parecía ser la mejor opción. Para Sucre, el más firme y entusiasta promotor de esta propuesta, la decisión estaba tomada y ni siquiera la  ambigüedad y la obstinación del último jefe realista del Alto Perú, Pedro Antonio Olañeta, podría detenerlo en esta empresa. Antes de emprender la campaña al sur, el 1 de enero de 1825, Sucre manifiesta a las municipalidades de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca y Potosí lo siguiente: “el ejército no lleva a esos países la menor aspiración: sus armas no se ocuparán sino de garantir su libertad; les dejaremos su más amplio y absoluto albedrío para que resuelvan sobre si lo que gusten”.

Salón de la Independencia, Casa Libertad. Sucre-Bolivia
En esa misma correspondencia, Sucre hace conocer a las municipalidades señaladas el feliz desenlace de la jornada de Ayacucho y la movilización de 10.000 hombres con destino a esos territorios, lo mismo que comunica, en cartas privadas, a  los jefes realistas de Oruro (Coronel Arraya) y Santa Cruz (General Aguilera). Estratégicamente, el joven prócer venezolano anexa a su comunicación los términos de la capitulación refrendada por Canterac. Este solo anuncio, y las contundentes pruebas remitidas, bastaron para evitar la guerra en el Alto Perú, las guarniciones realistas y sus jefes prefirieron sumarse al bando patriota antes que luchar por una causa perdida. En esta lógica, el 14 de enero de 1825 la guarnición de Cochabamba se pronunció por la libertad, el 12 de febrero lo haría Valle Grande, el 14 de febrero Santa Cruz y el 22 de febrero López de Quiroga se alzaría en Chuquisaca. La estrategia diplomática y de sutil intimidación ideada por Sucre sobre la base de la victoria y capitulación de Ayacucho había tenido un éxito incontestable, el Alto Perú se plegaba a la causa emancipadora sin la necesidad de combatir, más allá del trágico y confuso deceso de Olañeta en la Tumusla. El 6 de agosto del glorioso año 1825, la América toda asistiría al nacimiento de una nueva nación, Bolivia, a decir del Libertador Simón Bolívar “coronada con los laureles de Ayacucho”.

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Orlando Rincones.