Obelisco de la Pampa de Ayacucho |
Publicado en el semanario Le Monde Diplomatique (Edición boliviana). Año 6, número 76 nueva época. Diciembre 2014 - Enero 2015.
Orlando Rincones Montes
Aquel memorable 9 de diciembre de 1824, cuando el Teniente General José Canterac, en representación del Real Ejército de Su Majestad Católica en el Perú, estampó su firma en la honrosa capitulación concedida por el General Antonio José de Sucre en Ayacucho, trescientos años de lucha anticolonial en nuestro continente llegaron a su fin. El otrora poderoso adversario monárquico veía reducidas sus propiedades en el Nuevo Mundo a las paredes de tres fortalezas (El Callao, Chiloé y San Juan de Ulúa) y a las islas de Cuba y Puerto Rico.
No es temerario aseverar que la épica victoria obtenida
hace 190 años por las armas patriotas en Ayacucho se consumó gracias al
concurso y al sacrificio de todo un continente y más. Hombres y mujeres
provenientes de los territorios que hoy ocupan Venezuela, Colombia, Ecuador,
Chile, Argentina, Perú, Panamá, Bolivia, México, Guatemala, Curazao, Brasil,
Uruguay, Paraguay, Puerto Rico, Inglaterra, Irlanda, Francia, Escocia y
Alemania, conformaron un inédito mosaico de nacionalidades y razas que,
fundidas como un todo en las heroicas divisiones peruanas y colombianas, no
repararon en enfrentar a un enemigo superior en número, recursos y
organización, invicto durante 14 años en el Perú. Esta fuerza multinacional, el
Ejército Unido Libertador, tuvo en el general Sucre al infatigable e
ínclito guerrero que las condujo a lo más alto del altar de la gloria
americana.
Pero esta unión de esfuerzos en torno a la lucha
independentista, especialmente en los decisivos años de 1822, 1823 y 1824, no
se dio por mera casualidad, fue producto de un esfuerzo de alianzas
continentales concebidas por el genio y el carácter visionario del Libertador
Simón Bolívar. La idea de conformar en América una Confederación de Naciones
está presente en el pensamiento bolivariano mucho antes de la victoria de
Ayacucho. En la Carta de Jamaica de 1815 el Libertador hace referencia a
la idea maravillosa de formar “una sola nación con un solo vínculo que ligue
sus partes entre sí” y al referirse más específicamente a esas partes
(Estados) refiere que, en atención a su común origen, lengua y costumbres,
deberían tener también “un solo gobierno” que los confederase.
Consono con ese pensamiento, apenas establecida la Tercera
República en Venezuela (1817) y consumada la libertad de la Nueva Granada
(1819), el Libertador Bolívar comienza a darle forma al sueño de la
Confederación Americana. Unidas Venezuela y Nueva Granada en la República de Colombia
(1819), los territorios de Guayaquil y Quito se incorporan a esta nueva
nación tras el triunfo de Sucre en Pichcincha (1822), de acuerdo al
principio del Uti Possidetis Juris aplicado a la fecha de 1810. Una vez declarada la independencia del Perú por el
Libertador José de San Martín (1821), Joaquín
Mosquera y Bernardo Monteagudo, en representación de Colombia y Perú
respectivamente, suscriben el 6 de Julio de 1822 un Tratado de Unión, Liga y
Confederación Perpetua, este acuerdo, y otros específicos referidos a temas
logísticos de la nueva campaña libertadora, brindaron un sólido marco jurídico
y legal al auxilio militar colombiano en el tramo final de la independencia del
Perú. En lo inmediato, otros tratados de Amistad, Unión, Liga y Confederación
Perpetua vendrían a consolidar este frente común latinoamericano:
Colombia-Chile (1822); Colombia-Provincias Unidas de Río de La Plata- Argentina
(1823); Colombia-México (1823) y Colombia-República Federal Centroaméricana (1826),
tratados que serían ratificados poco tiempo
después, en 1826, en el Congreso Anfictiónico de Panamá, primera Asamblea
General de pueblos libres, soberanos e independientes de América.
Queda claro que, llegada la hora decisiva para la causa
libertaria suramericana, el ejército del Virrey José de La Serna enfrentaba no
a un grupo de “rebeldes” o “insurgentes”, como solían llamar a los patriotas,
sino a un conjunto de naciones que de manera consciente se habían confederado
en torno a la idea de garantizar su libertad y la de aquellos pueblos que aún
luchaban por ella. Esta alianza estratégica pesó sobre manera en el lance final
de Ayacucho, en ese momento crucial la unidad de los latinoamericanos, y la
suma de sus esfuerzos y sacrificios, permitió derrotar al más poderoso ejército
de todos los que ostentó España en el continente, así lo predijo el propio
Bolívar en la ya citada Carta de Jamaica y así se cumplió: “Yo diré a Ud. lo que puede ponernos en
aptitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre: es la
unión”.
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Orlando Rincones.