lunes, 26 de diciembre de 2016

"Ayacucho y la Independencia del Alto Perú" en la Universidad Policial Mcal. Sucre (UNIPOL)

Sin lugar a dudas una de las mejores presentaciones que hemos realizado durante este 2016 que ya termina: la impartida en agosto a los señores Jefes Alumnos (Coroneles) del Curso de Comando y Alta Dirección de la Escuela Superior de Policías de la Universidad Policial "Mcal. Antonio José de Sucre" UNIPOL (La Paz-Bolivia). Mil gracias a la Policía Boliviana, al Mágnifico Rector de la UNIPOL, Coronel Paniagua, y demás autoridades académicas y amigos de la UNIPOL por abrirnos las puertas de su prestigiosa institución.



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martes, 4 de octubre de 2016


Presentación en Perú del libro "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú", con el auspicio de AGOTUR-Ayacucho, en el Hotel DM Ayacucho


Por el Día Mundial del Turismo y XV Aniversario de AGOTUR Ayacucho, el pasado 27 de septiembre tuvimos la oportunidad de compartir la exposición y presentación del Libro "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú" del Autor Orlando Rincones Montes y agradecer la participación de nuestros amigos Regidores Richard De La Cruz y Jorge Pozo y nuestro presentador del libro el Antropólogo Carlos Condori y el Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSCH y al Público en General... Gracias a Todos.
Pippo Maryober Yupari (AGOTUR-A).



sábado, 1 de octubre de 2016

Cierre de Ciclo de Conferencias "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú" en la Escuela Militar de Ingeniería (EMI) "Mariscal Sucre"

El pasado jueves 15 de septiembre (2016), en el imponente auditorio de la Escuela Militar de Ingeniería "Mariscal Sucre" (EMI-La Paz), hemos culminado satisfactoriamente el ciclo de conferencias "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú".
En total fueron 9 interesantes conferencias en donde tuvimos la oportunidad de compartir, con cerca de 1.500 estudiantes e instructores de esa casa de estudios, los aspectos más relevantes de la campaña decisiva de la independencia americana y su directa relación con la liberación del Alto Peru y la fundación de Bolivia.
Al Mágnifico Rector, Cnl. Alvaro Ríos Oliver, al Cnl. Jhon Williams De La Barra (Dirección Académica de La Paz), al Cnl. Saúl Torrico Peredo (Jefe de Operaciones), al Cnl. Alfredo Villaroel (RR.II) y al Licenciado Paulo Araujo Vélez, mil gracias por su colaboración y por haber hecho posible esta actividad.


miércoles, 31 de agosto de 2016

Cierre del ciclo de conferencias "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú" en las Escuelas Superiores de Formación de Maestros (ESFM) de Bolivia
 Con la presentación efectuada el día de hoy (30 de agosto 2016) de la conferencia "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú" en la Escuela Superior de Formación de Maestros (ESFM) de la Ciudad de El Alto, damos por concluido un ciclo de charlas y conferencias dirigidas a los estudiantes y docentes de los principales centros de formación de maestros de nuestro país. A los profesores David Cordero (Director) y Marco Antonio Quispe de la ESFM de El Alto; al Dr. Carlos Barral y al Lic Guido Romay (Director) de la ESFM "Simón Rodriguez" de Cochabamba (UA El Cercado); a los profesores Fernando Ortiz y Celso Ramos de la ESFM de Educación Física y Deportes "Mariscal Sucre" - La Paz y al profesor Virgilio Rodriguez de la ESFM "Simón Bolívar"- La Paz, muchas gracias por propiciar estos encuentros en favor de nuestros futuros maestros y maestras. Compartimos con todos(as) uds las fotos del evento realizado en Cochabamba.

martes, 30 de agosto de 2016

Entrevista en ATB: Lanzamiento de la Segunda Edición de "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú"



miércoles, 3 de agosto de 2016

En el marco del mes de la Patria: Presentan en Bolivia Segunda Edición del libro "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú"


Este martes fue presentado en el salón Akapana de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), la segunda edición del libro “Ayacucho y la Independencia del Alto Perú”, escrito por el historiador venezolano Orlando Rincones.
 
La actividad contó con la presencia de representantes de la Embajada y Agregaduría militar de Venezuela acreditados en Bolivia, del historiador y catedrático José Roberto Arze, así como Randy Chávez y Benito Apaza Gutiérrez, Director de la Facultad de Historia y Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UPEA, respectivamente.

En relación al libro, Rincones asegura que Ayacucho fue en definitiva la batalla cumbre de la independencia americana y lo justifica situando razones concretas. “En primer lugar Ayacucho fue la batalla más grande librada en el marco de la Independencia americana. (…) En ella participaron más de 15 mil hombres; 9 mil 310 realistas contra 5 mil 380 patriotas; Mil 600 jinetes españoles, contra 700 jinetes patriotas; 15 batallones de infantería españoles, contra 10 batallones de infantería republicanos. Fue una batalla de una gran dimensión”, indicó.

El segundo argumento del historiador venezolano es que Ayacucho fue la última gran batalla librada en nuestro continente. “Después de Ayacucho las posesiones españolas en América quedan reducidas principalmente a territorios extracontinentales, me refiero a la fortaleza de San Juan de Ulúa, frente a las costas de Veracruz en México, me refiero también a la fortaleza de Chiloé frente a las costas chilenas y a las murallas de la fortaleza de El  Callao”.

Finalmente, asegura que a esta batalla concurrió una generación de héroes importantes de América, indicando que “Lo más granado de esta gesta emancipadora estuvo sobre el campo de Ayacucho”. Nuestro ejército en Ayacucho fue un ejército multinacional, fue como un arcoíris de colores con hombre venidos de Venezuela, de Colombia, de Ecuador, de Perú, de Chile, de Uruguay, de Argentina, de México, de Panamá, de Guatemala, incluso de Trinidad, de Cuba. También contó con el concurso de oficiales Europeos venidos de Escocia, de Irlanda, de Alemania, de Francia,  de Italia”.


En el marco de la actividad, el historiador Orlando Rincones recibió un Botón de Honor por parte de la Agregaduría Militar de Venezuela, en reconocimiento a una labor que ha traspasado las fronteras venezolanas para abrir las puertas de la historia y presentársela a la región mediante su investigación.



“Ayacucho y la Independencia del Alto Perú” es un valioso aporte a la memoria histórica de la región presentado como apasionante y emotivo relato, en el que el autor desgrana la majestuosidad estratégica de la batalla, los no pocos obstáculos que se presentaron en el camino y por supuesto, el nacimiento de Bolivia como república libre.

Fuente: Área de Prensa de la Embajada de Venezuela en Bolivia 
Área de Prensa
Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Bolivia
Fono: 2166450 Int: 1305

miércoles, 13 de abril de 2016

Antonio José de Sucre: el héroe a 221 años de su nacimiento


Discurso pronunciado por Orlando Rincones en la Plaza Franz Tamayo (del estudiante) en la ciudad de La Paz-Bolivia, el 3 de febrero de 2016, en ocasión de celebrarse el 221 aniversario del nacimiento del Mariscal Sucre. 

Foto de Ronny Marcano (La Paz, 2016)
La pintoresca ciudad de Cumaná que conoció, y describió, el explorador y botánico alemán Alexander Von Humboldt, a finales del siglo XVIII, era una ciudad sencilla y tranquila “sin grandes campanarios ni cúpula alguna que pueda atraer de lejos la mirada del viajero” decía. Esa pequeña ciudad del oriente venezolano, enclavada frente al Mar Caribe y dividida en dos realidades contrapuestas por las refrescantes y cristalinas aguas del río Manzanares, vería nacer, en el seno de una de sus familias más distinguidas, los Sucre-Alcalá, al que con el tiempo se convertiría en el prócer más completo e incuestionable de la epopeya independentista americana; nos referimos a Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá; el inmortal héroe de Pichincha y Ayacucho, el redentor de los Hijos de Sol; arquitecto de naciones y máximo exponente del ideario bolivariano de integración y unidad continental.

El quinto hijo de Vicente de Sucre y Urbaneja y de María Manuela de Alcalá ve sus primeras luces un glorioso 3 de febrero de 1795, hace hoy exactamente 221 años. Su vida fue un intenso y permanente batallar, dificultades y obstáculos de todo tipo pusieron a prueba, en diferentes contextos y situaciones, su temple y su valor, sin embargo, su envidiable talento, su infatigable actividad y su fe irrenunciable en la causa de la revolución americana le permitirían salir airoso en medio de los más grandes torbellinos.

Confirmando un signo trágico que acompañará a Sucre a lo largo de toda su vida, el infortunio toca prematuramente a su puerta: con tan solo siete años de edad pierde a su madre su más grande afecto. A partir de ese trágico evento su personalidad se torna más introvertida y melancólica, su infancia no volverá a ser la misma y más tarde que pronto resignará esta, y toda su juventud, a la noble causa de la libertad.

Buscando que el joven Sucre siguiera la carrera de las armas, tradición instituida desde el siglo XV entre los caballeros de su familia paterna, a mediados de 1808 es enviado a la ciudad de Caracas a seguir estudios en la Escuela de Ingeniería Militar que regentaba el Coronel español José Tomás Mires, allí, además de los sólidos conocimientos de aritmética, algebra, topografía, dibujo lineal, geometría y construcción civil, que de tanta utilidad le serán a lo largo de toda su carrera política y militar, recibirá de su futuro subordinado en la campaña de Quito los primeros pensamientos liberales y antimonárquicos, mismos que guiaran el resto de su corta y fructífera existencia.

Consagrado ya al servicio de la Patria, en mayo de 1810, recibe de la Junta Revolucionaria de Gobierno de Cumaná su primer grado militar: Sub Teniente de Milicias Regladas de Infantería, es el inicio de una descollante carrera al servicio de las armas que llevará a Sucre a alcanzar las más altas distinciones y grados a los que podía aspirar un oficial del Ejército Libertador: General de División, General en Jefe, Comandante General, Gran Mariscal e incluso Ministro de Guerra y Marina en 1820. 

Pero fue precisamente el Libertador Simón Bolívar quien le dio el impulso definitivo a esa brillante carrera cuando ésta parecía estancarse. En efecto, destinado Sucre por su notable inteligencia a servir siempre en el Estado Mayor General de jefes de la talla de Miranda, Mariño y Bermúdez, parecía por momentos condenado a vivir bajo la sombra de estos, sin luz ni brillo propio. De 1811 a 1819 Sucre había participado en todas las campañas de Venezuela, siempre como subalterno, sin embargo su talento y aptitudes no pasarían desapercibidos para el Libertador. En enero de 1820, luego de verle cumplir con gran profesionalismo y eficacia una serie de delicadas tareas, Bolívar llega a comentar acerca de Sucre: “Es uno de los mejores oficiales del Ejército (…) por extraño que parezca, no se le conoce ni se sospecha de sus aptitudes. Estoy resuelto a sacarle a la luz, persuadido de que algún día me rivalizará”. Sucre no defraudará esa confianza y se convertirá en el corto plazo en uno de los más insignes capitanes de la independencia americana.

En 1825, concluida ya la Guerra de Independencia, Bolívar -actuando ahora como el primer biógrafo del héroe cumanés- refiere:
           
El (Sucre) era el alma del ejército en que servía. Él metodizaba todo; él lo dirigía todo, más, con esa modestia, con esa gracia con que hermosea cuanto ejecuta. En medio de las combustiones que necesariamente nacen de la guerra y de la revolución, el General Sucre se hallaba frecuentemente de mediador, de consejero, de guía, sin perder nunca de vista la buena causa y el buen camino. Él era el azote del desorden y, sin embargo, el amigo de todos.

En medio de las combustiones de la guerra a las que hace referencia el Libertador, emerge la figura de Sucre: ecuánime, magnánima, conciliadora y humana para poner fin a la barbarie y la demencia que primaba en los campos de batalla americanos. Los términos y condiciones del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra, aquel que firmaron Bolívar y Morillo el 2 de noviembre de1820 en la ciudad venezolana de Trujillo para poner fin a la Guerra a Muerte, se desprenden de la pluma y del preclaro corazón del joven prócer venezolano. Este luminoso documento sería la base, 44 años después, del protocolo de la Convención de Ginebra y del Reglamento de la Conferencia de la Haya, hecho que convierte a Sucre en el precursor por excelencia del Derecho Internacional Humanitario.

 
Orlando Rincones en su discurso (3-2-2016).
Demostrada a cabalidad su pericia en el arte de la diplomacia y la negociación, entre los años 1821 y 1823 Sucre es envestido de facultades extraordinarias, a nivel de plenipotenciario de Colombia, ante los gobiernos de Guayaquil, Perú, Chile y Buenos Aires.

Como político y estadista Sucre a muy temprana edad comenzó a forjar una hoja de servicios difícil de superar: desde Comandante General del Bajo Orinoco, en 1817, hasta Presidente Constitucional de Bolivia en 1826, destacando también en ese período el cargo de Intendente del Departamento de Quito a mediados de 1822. A la par de esta encomiable labor, Sucre fue diputado de Colombia, con tan solo 24 años de edad, y Senador tres años después. En 1830, el último año de su magnífica existencia, fue Presidente del “Congreso Admirable” el último de la Gran Colombia.

Fiel a los más elevados principios republicanos, Sucre impulsó la libertad de opinión y la confrontación de las ideas a través del periodismo: en Quito funda el primer periódico republicano del Ecuador, el Monitor, en 1823, y en Bolivia funda también el primer periódico de nuestro país, El Cóndor, en 1825. Este particular hecho coloca a Sucre como uno de los más insignes precursores del periodismo continental.

El apego de Sucre a las leyes y a la justicia social lo llevó  a crear las instituciones fundamentales del Poder Judicial en aquellos territorios que estuvieron bajo su directa administración: en 1822 crea e instala la Corte Suprema de Justicia de Cuenca-Ecuador y en 1826 la Corte Superior de Justicia de Bolivia. Cónsono con este pensamiento y accionar, Sucre elimina el oprobioso tributo indígena, tanto en Bolivia como en Ecuador.

Pero no solo el campo judicial fue atendido con especial devoción por Sucre en su rol de estadista: la salud, la seguridad social y la educación coparon innumerables horas de su administración. Como presidente de Bolivia, Sucre crea hospitales, asilos de ancianos, casas para huérfanos y desamparados, implementa campañas de vacunación, sanea la economía, impulsa la industria y el agro, a la par de construir caminos, puentes y carreteras. En Bolivia, en el transcurso de las 13 semanas que van del 3 de febrero al 5 de mayo de 1826, dicta 13 decretos referidos a la educación, entre ellos los de creación del Colegio Nacional de Ciencias y Artes San Simón de Ayacucho en La Paz y del Colegio Nacional Pichincha de Potosí. De la misma manera, y vía decreto, crea otras instituciones que hoy día continúan siendo pilar fundamental de la sociedad boliviana, es el caso de la creación de la Policía Boliviana el 24 de junio de 1826. Ese mismo año, pero el mes de noviembre, Sucre crea la Armada Boliviana.

Pero más allá de sus grandes méritos como político y estadista, el nombre Sucre estará siempre unido indisolublemente a dos hechos de armas que marcarán para siempre su vida y el destino del Nuevo Mundo: las gloriosas campañas de Pichincha y Ayacucho, las primeras para él como jefe principal y máximo director de la guerra.

Nunca enfrentó el Ejército Libertador rivales tan prepotentes y obstinados como aquellos que oprimían al Ecuador y al Perú. Cuesta describir con palabras el enrarecido contexto y las complejas condiciones en que el joven general debió, casi de la nada, armar un ejército que procurara la libertad de aquellos pueblos y de todo el Nuevo Mundo. Diatribas políticas, disputas entre partidos, intereses expansionistas de los aliados, confrontación entre los poderes del Estado, escases de recursos de todo tipo, intrigas, traiciones y más traiciones, todo ello  sumado a un clima y una geografía agreste y desconocida. Por si esto fuera poco el enemigo a vencer, dirigido por avezados y valerosos jefes europeos, era  superior en número, recursos y organización, más no en determinación.

En medio de la anarquía política del Sur, Sucre sale a flote con el tino y la astucia que sólo él podía desplegar. En el campo militar acertadas previsiones e intrépidas maniobras lo llevaron a superar las dificultades que le imponían el terreno y los enemigos de la libertad. Ya sobre los campo de batalla de Pichincha y Ayacucho, Sucre y su ejército de héroes sellaron con su sangre y su constancia la libertad de todo el continente.

Pese a lo resonante de sus triunfos nunca se manifestó Sucre tan generoso y magnánimo como en los inmortales campos de Pichincha y Ayacucho, allí brillaría como nunca el corazón noble del hidalgo guerrero que suaviza con el perdón la suerte del vencido. Las generosas capitulaciones concedidas por Sucre a las fuerzas realistas, al término de ambas batallas, constituyen la más grande muestra de humanidad que recuerde la historia militar del Nuevo Mundo.

Después de la apoteósica victoria de Ayacucho, Sucre va a cruzar el Desaguadero rumbo al Alto Perú, no sin antes anunciar a las municipalidades de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca y Potosí que marchaba sobre ellas con 10.000 bravos de Colombia, no para oprimirlas sino para garantizar su libertad  y convocar una asamblea de pueblos para que fueran los propios habitantes de Charcas quienes “a su más amplio y absoluto albedrío” definieran su futuro y “resuelvan sobre si lo que gusten”.

El 6 de agosto de 1825 “un nuevo motivo de júbilo para el género humano”, la América contempla el nacimiento de una nueva nación, Bolivia, como tributo al campeón de la independencia americana, pero también como manifestación perpetua de un amor desenfrenado por la libertad.

De todas sus brillantes cualidades tal vez sea la humildad la que más distingue el espíritu de Antonio José de Sucre. El olímpico héroe nunca ambicionó nada material para sí mismo, su única aspiración: conservar por siempre la amistad y el afecto de Bolívar. Los premios y recompensas materiales que recibió por sus destacados servicios en la revolución americana los entregó a las viudas y a los huérfanos que dejó la guerra, en uno y otro bando. Las condecoraciones militares que recordaban sus resonantes victorias las usó sólo con el consentimiento de Bolívar y los muchos otros premios que recibió de municipalidades, congresos y de los pueblos por él liberados, los cedió a sus subordinados. Después de una intachable gestión política y administrativa en Bolivia, se retira de nuestro país en 1828, a lomo de mula y con dinero prestado,  exigiendo como único pago por sus servicios la completa revisión de su conducta al frente del país.

Pese a llevar en su brazo derecho la muestra de la ingratitud de los hombres, cuando la Patria requirió de nuevo sus preclaros servicios no dudo Sucre un segundo en ofrecerlos.  En febrero de 1829 el benemérito Mariscal abandonó el retiro y el calor de su hogar para obsequiar un nuevo lauro a Colombia, esta vez en los campos de Tarqui.

Lamentablemente, los incontestables méritos de Sucre lo colocaron rápidamente en la mira de los enemigos de la libertad y de la integración latinoamericana, lo convirtieron en la presa urgente y necesaria de la rancia burguesía liberal colombiana, más sin embargo, como refiere el intelectual venezolano Numa Quevedo:  “Los que pretendieron en un momento aciago borrarlo de la historia y del mundo con su liquidación física, lo que hicieron fue difundirlo en acto de docencia universal, y a base de su martirio, a base de su holocausto, lo que consiguieron fue erigirlo en forma pedagógica en la conciencia de los pueblos libres y democráticos”.

Hoy, a 221 años de su nacimiento, Sucre y su legado están  más vigentes que nunca, en cada hombre, en cada mujer y en cada pueblo que luche por la justicia y la libertad.

ORLANDO RINCONES 

martes, 23 de febrero de 2016

Ayacucho: suma y síntesis de la emancipación americana


Publicado en Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia, Año 14- Volumen 9, Nro.41, diciembre de 2015.

Orlando Rincones

Luego de 300 años de luchas y sacrificios en pos de la libertad, el primer cuarto del siglo XIX presentaba un panorama auspicioso para la causa republicana en América del Sur. Los triunfos de las armas patriotas en Maypú (1817), Boyacá (1819), Carabobo (1821) y Pichincha (1822), junto a la declaratoria de la independencia del Perú (1821), hacían presagiar que el largo camino de la emancipación estaba por llegar a su fin. Sin embargo, en la práctica, el contexto local e internacional imponía permanentes y nuevos desafíos que no serían fáciles de superar, ni siquiera para experimentados jefes como Bolívar y San Martín.

A los múltiples problemas económicos, políticos y sociales que socavaban la estabilidad de nuestras recién establecidas repúblicas, se sumaba la peligrosa presencia en el sur del Perú del Virrey José de La Serna e Hinojosa y su poderoso ejército de 20.000 hombres, bien organizados y mejor preparados, dirigidos por una corte de brillantes y experimentados oficiales europeos, veteranos todos de la guerra hispano-francesa. Dos expediciones militares enviadas por el Gobierno de Lima hacia los Puertos Intermedios del Perú (1822 y 1823) fueron aniquiladas por esta maquinaria militar. En medio de este contexto, en el Alto Perú (Charcas), el fanático general realista Pedro Antonio Olañeta se empeñaba en mantener erguidas las banderas del absolutismo español, pese a la heroica resistencia de las guerrillas patriotas (1809-1825) y a su particular confrontación con La Serna. Si a este delicado entorno local sumamos la presencia española en Cuba y Puerto Rico, así como la reposición en el trono español de Fernando VII (1823), era claro que la libertad constituía para los americanos un logro aún no consolidado.

No obstante las dificultades, el golpe decisivo de la epopeya independentista americana no tardaría en llegar. El 9 de diciembre de 1824, en la inmortal Pampa de Ayacucho, se libraría la confrontación definitiva entre la libertad y la esclavitud, entre la barbarie y la civilización: la Batalla de Ayacucho, épica gesta militar que conquistaría, de una vez y para siempre, el sagrado trofeo de la libertad y la dignidad de un continente.
Luego de vencer obstáculos y dificultades de todo tipo, desde las sucesivas traiciones de los presidentes peruanos Riva Agüero y Torre Tagle hasta los aprietos que imponía la abrupta topografía andina, ese clásico 9 de diciembre de 1824, el general Sucre y 5.780 bravos del Ejército Unido Libertador asisten a su particular cita con la gloria. Su ejército, conformado por un amplio mosaico de nacionalidades, era muy inferior en número y equipos al Ejército de La Serna, pero eso poco pareció importar a los “hijos de la gloria”, como los llamaría Bolívar, América estaba decidida a ser libre y sólo cuatro horas de encarnizado combate fueron suficientes para sellar la libertad del país de los incas y la independencia de toda América del Sur. 
La victoria patriota fue aplastante, en poder del Ejército Libertador quedaron  2 Tenientes Generales (La Serna y Canterac), 4 Mariscales de Campo, 10 Generales de Brigada, 16 Coroneles, 68 Tenientes Coroneles, 484 jefes y oficiales, 6.000 efectivos de tropa y todas las posesiones españolas en el Perú. Pese a ello, Sucre, el hidalgo guerrero que no conoce la victoria sin la clemencia, concede una honrosa capitulación al rival vencido, misma que constituye hasta hoy día el monumento más grande de clemencia y humanidad aplicada a la guerra.

Sepultado el poderío bélico español en Ayacucho, sólo restaba resolver el destino de las provincias del Alto Perú para garantizar la paz y la estabilidad política en la región. Conocedor desde años atrás del sentimiento autonomista altoperuano, el general Sucre había concebido, antes de Ayacucho, la idea de convocar una Asamblea Deliberante para que fueran los propios altoperuanos los que decidieran su destino. En ese sentido, el primero de enero de 1825, desde su Cuartel General en Cuzco, el general Sucre hace conocer a las municipalidades de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca y Potosí que cruzará el río Desaguadero con 10.000 bravos del Ejército Unido Libertador, aclarando que “el ejército no lleva a esos países la menor aspiración: sus armas no se ocuparán sino de garantir su libertad; les dejaremos su más amplio y absoluto albedrío para que resuelvan sobre si lo que gusten”.

A esta extensa comunicación, que también dirige al coronel Arraya en Oruro y al General Aguilera en Santa Cruz, Sucre anexa copia de la Capitulación de Ayacucho con lo cual logra, sin disparar un solo cartucho, que las guarniciones de Cochabamba (14-1), Valle Grande (12-2), Santa Cruz (14-2), Chuquisaca (22-2) y Cotagaita (30-3) abracen la causa libertaria.
El 6 de agosto de 1825 se coloca el broche de oro a la gesta independentista americana, nace una nueva nación: Bolivia, la cual viene al mundo libre “coronada con los laureles de Ayacucho” y como tributo perpetuo al campeón de la independencia americana.